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Libro VII

Finalmente se dirigen a un bosque del Lacio, por donde pasa el río Tíber. Vivía en esas tierras Latino, esposo de Amata. Éste tenía una hija, Lavinia, quien estaba comprometida con Turno. Sin embargo, se había predicho que ella se casaría con un extranjero y no con él. Eneas come con los suyos y se quedan hambrientos. Entonces recuerda que se le había predicho que cuando eso suceda, sería el fin de sus males. Manda Eneas cien emisarios donde el rey Latino. Éste los recibe e Ilioneo le pide, en nombre de Eneas, unas tierras donde asentarse, sustentándose en los oráculos. Latino reconoce en Eneas aquel yerno prometido y les pide que vaya a visitarlo.

Mientras tanto, Juno, planeando levantar una guerra negativa a los troyanos, envía a Alecto a producir la discordia. Ella inyecta mediante una de sus serpientes las furias en Amata, quien entonces se enfrenta a su esposo para que no dé la mano de Lavinia a Eneas, sino a Turno. Al ver que Latino no cambiaba de parecer, esconde a su hija y promueve sus ideas entre las otras mujeres. Luego, Alecto se dirige a Árdea, ciudad de Turno, y promueve en él el odio por Eneas, quien sería un usurpador. Le hinca, entonces, una de sus serpientes, llena de furias. Turno se decide a enfrentarse a Latino por la mano de Lavinia.

Luego, se dirige Alecto a los perros cazadores de Iulo. Así estos llevan a Iulo a cazar un ciervo, que era propiedad de Tirreo, un latino. Cuando ello es descubierto, estalla una batalla y surgen las primeras víctimas. Entonces Alecto se siente satisfecha y con ella también Juno. Todos piden a Latino que declare la guerra a los troyanos, pero éste aún no accede. Llegan mientras tanto los aliados, como Lauso, Aventino, Catilo, Camila, etc.

 

Libro VIII

El río Tíber le habla a Eneas, quien le recomienda busque la alianza con los Palanteos, cuya ciudad estaba siguiendo el curso del río. Eneas prepara el viaje y ve entonces un buen augurio. Se acompaña de Acates. Llega a la ciudad cuando el rey Evandro y su hijo Palante ofrecía sacrificios a Hércules, y le piden alianza para enfrentar a los rútulos. Evandro se la da, viendo que eran ambas naciones descendientes de Atlante. Lo invita a participar de los sacrificios a Hércules. Mientras tanto, Venus pide a su esposo Vulcano que fabrique armas para Eneas y él accede. Entonces, Venus le informa a su hijo que le llegarán armas divinas. Luego, Evandro envía a Eneas con su hijo Palante a buscar más alianzas. Posteriormente, ya Eneas recibe las armas prometidas por su madre y todos se maravillan de ellas.

 

Libro IX

Juno envía a Iris para que lleve a Turno prontamente a la batalla. Ella le informa que los troyanos están sin su caudillo. Eneas había dicho que si los atacaban, se refugiasen en su empalizada. Turno intenta incendiar todo. Entonces la Madre de Júpiter aparta las naves troyanas del incendio convirtiéndolas en ninfas. Turno pensó que así los troyanos ya no podrían escapar y entonces descansó sus tropas, regocijándose con vino. Percibieron esto Niso y Eurialo y entonces solicitaron permiso a los que Eneas había comedido la dirección de la guerra, Mnesteo y Seresto, para ir en busca de Eneas, ya que los rútulos desprevenidos estaban. Lulo les promete muchos premios por esa hazaña y ellos parten inmediatamente. Niso abre el camino dando muerte a algunos rútulos. En el camino, Eurialo se rezaga y es alcanzado por Volscente. Niso percibe ello y regresa a rescatar a su amigo. Se encomienda a Apolo y da muerte a varios. Con todo, mueren Eurialo, Volscente y Niso. Las cabezas de los troyanos son exhibidas por los rútulos.

Mesapo logra abrir la empalizada y se inicia una sangrienta batalla. Ascanio entra en la batalla y la neutraliza dando muerte a Numano. Marte infunde fuerza en los latinos. Luego Turno queda cercado por los troyanos, sin que Juno le pueda ayudar, pero se arroja al río y se salva.

 

Libro X

Júpiter prohíbe a los otros dioses que participen en la batalla. Venus le pide clemencia para sus troyanos, entonces Juno se hace la desentendida. Entonces Júpiter decide a nadie favorecer en la batalla.

Ya Eneas llegaba por mar con alianzas firmadas. Le seguían guerreros como Másico, Abante, Asilas, Astur, etc. Cuando, se le acercan sus antiguas naves, que ya eran ninfas, y le informan de la batalla. Llegan y Turno no cesa su ataque. Empieza así un fiero combate. Turno pide a su hermana diosa Iuturna que le ayude en la batalla. Tras haber hecho grandes estragos, Palante es muerto por Turno, tomando éste algunas de sus armas. Eneas se enfada y da muerte a muchos rútulos.

En tanto, Júpiter provoca a Juno y esta le pide que demore la muerte de Turno. Ella misma toma la figura de Eneas y, confundiendo a Turno, hace que le siga y así lleva a Turno a salvo. Él, cuando tomó cuenta, intentó regresar, pero la diosa no se lo permitió. Mecencio toma el lugar de Turno en la batalla, mientras los dioses observaban la batalla. Eneas hiere a Mecencio, pero su hijo Lauso le ayuda a huir. Sin embargo, Eneas da muerte a éste último. Mecencio regresa a la batalla y es muerto por Eneas.

 

Libro XI

Eneas envía el cuerpo de Palante a su padre. Llegan luego emisarios latinos pidiendo paz para poder enterrar a sus muertos, a lo que accede Eneas. Mientras tanto, Evandro se lamenta por la muerte de su hijo, pero no retira su apoyo a Eneas. En el reino de Latino, algunos se muestran aún a favor de Turno, pero otros piden que se entregue la mano de Lavinia al troyano Eneas. Unos emisarios llegan de la ciudad de Diómedes, quien recomienda a los latinos tener mucha cautela con Eneas.

Latino quiere ya detener la guerra dando a los troyanos tierras. Drances recomienda también darle la mano de Lavinia. Turno se opone y promueve nuevas batallas. La reina Camila lo apoya. Diana pide a Opis que proteja a esta guerrera y le da un arco para dicho fin. Los troyanos se acercan a las murallas latinas y se produce nueva lid. Camila destaca por sus hazañas. Júpiter infunde valor en Tarcón. Arruntes, encomendándose a Apolo, dispara una flecha contra Camila, logrando su objetivo de darle muerte. Opis se lamenta entonces. Huyen los rútulos, pero Turno, enterado de los hechos, no abandona la batalla. Llegó la noche y se detienen las actividades.

 

Libro XII

Latino y Amata piden a Turno que detenga la guerra, pero éste, enamorado de Lavinia, manda a Eneas un pedido para dirimir los dos solos la batalla. Eneas acepta. Juno planea un nuevo ardid: envía a la hermana de Turno, Iuturna – a quien Júpiter le dio divinidad a cambio de su virginidad –, a promover que se rompan los pactos que se hiciesen, pues sabe que Turno es menos diestro que Eneas con las armas.

Mientras tanto, a los ojos de Júpiter se hacen los juramentos para que el fin de la guerra se reduzca al enfrentamiento directo de Eneas y Turno. Sin embargo, Iuturna tomó la figura del guerrero Camerto, promoviendo la intervención de los rútulos en la batalla. En eso, un augurio es interpretado por Tolumnio a favor de lo que pedía Iuturna y se rompen los pactos. Sin embargo, Eneas no estaba de acuerdo y buscaba el enfrentamiento sólo con Turno. Repentinamente, una saeta que nunca se supo de quién provino, le hiere. Turno hace entonces grandes estragos.

Iulo lleva a su padre a un lugar seguro. Venus inspira al anciano Iapis para curar a Eneas. Éste recupera sus fuerzas y regresa a la batalla. Los rútulos huyen, pero Eneas sólo busca a Turno. Éste también quería enfrentarlo, pero Iuturna no se lo permite. Venus inspira a Eneas que se dirija a la ciudad. La reina Amata, viéndolos venir, piensa que Turno ha muerto y se suicida. El rey Latino se entera y sufre mucho. Le llegan noticias a Turno y entonces se desprende de su hermana para luchar. Eneas escucha que Turno llegaba ya y se dirige a su encuentro.

Turno hiere levemente a Eneas, pero su espada se rompe, pues no era la suya – que por su padre Dauno heredó y que había sido hecha por Vulcano – sino una que había tomado por error de uno de sus compañeros. Apela, entonces, a la fuga buscando su espada y Eneas lo persigue. Sin embargo, la lanza del troyano se atascó en las raíces de un árbol divino, Rauno. Venus la arranca. Turno recibe su espada y se reinicia la lucha. Mientras tanto, Júpiter pregunta a Juno qué espera de la guerra y le prohíbe participar nuevamente en ella. Juno acepta que había persuadido a Iuturna de ayudar a Turno y cede a abandonar la guerra. Sin embargo, pide que cuando los troyanos se unan a los latinos, desparezca el nombre de los primeros. Júpiter accede y envía una furia a retirar a Iuturna de la batalla.

Eneas acosa a Turno y éste comienza a sentir temor. Eneas le hiere con la lanza. Turno atina a tirarle una enorme piedra, pero ésta no llega a su objetivo. Entonces pide que le perdone la vida tomando a Lavinia. Eneas estaba indeciso cuando ve que Turno tenía armas de Palante. Lleno de furia, le da el ataque final.

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